Un sacerdote en la aduana

Un sacerdote en la aduana

Una distinguida dama venia en un vuelo de Los Ángeles y pidió al cura que venía a su lado que le hiciera un favor.
— Padre, ¿puedo pedirle un favor?
— Por supuesto, hija. ¿Qué puedo hacer por ti?
— Mire Padre, compré una plancha para el cabello de lujo de regalo a mi mamá por su cumpleaños. Viene en caja cerrada y sé que sobrepasa el valor permitido para la aduana, y tengo miedo de que me la quiten. ¿Sería posible que usted la pase por la aduana por mí? Se me ocurre que quizás, debajo de su sotana.
— Me encantará servirte de ayuda, hija mía, pero debo advertirte: no puedo decir una sola cosa que no sea la verdad.
— No se preocupe, Padre, con su investidura nadie se atreverá a revisarlo.
Al llegar a la revisión la señora dejó que el padre pasara antes que ella.
Preguntó el oficial,
— Padre, ¿Trae algo que declarar?
Dijo el sacerdote,
— De la cintura para arriba, no tengo nada qué declarar...
El oficial de migración pensó que era una respuesta muy extraña, así que le preguntó,
— ¿Y qué tiene que declarar de la cintura para abajo?
— Llevo un maravilloso instrumento diseñado para ser usado por las mujeres, pero que hasta este momento permanece sin estrenar ...
Soltando una carcajada dijo el oficial, — ¡Adelante, Padre! ... ¡¡¡¡El siguiente!!!!

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