-A ver, Rubén, dime: si te doy dos conejitos, después añado dos conejitos más, y añado dos más, ¿cuántos conejitos te he dado en total?
-¿Es a mí? Siete -contesta Rubén.
-No -dice la profesora-. Piénsalo bien: si tienes dos conejitos, después añades dos conejitos más, y a continuación añades dos más, ¿cuántos conejitos suman?
-¿Es a mí? Siete.
-Rubén, me vas a hacer perder la paciencia. Volvamos a intentarlo. Tienes dos conejitos, añades dos conejitos más, y vuelves a añadir dos más... ¿cuántos conejitos tienes?
Rubén, que ya está más harto que la profesora, exclama:
-¡A ver si nos entendemos, los seis conejitos que usted me ha dado, más el conejito que tengo en casa, suman un total de siete!
Parece que Dios ya estaba acabando de crear el universo, pero todavía le quedaban un par de cosas por repartir, así que decidió hablar con Adán y Eva.
Les dijo que una de las cosas que aún le quedaban era algo que permitiría, a quien lo tuviera, hacer pipí estando de pie.
-Realmente es algo muy útil, les dijo Dios, y estaba pensando si les interesaría a alguno de ustedes.
Adán empezó a dar saltos y le rogó,
-¡Yo quiero eso! ¡Dámelo a mí, porque yo sé cómo usarlo! Me parece que es justo la clase de cosa que un hombre debe poder hacer. ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favoooooor! ¡Yo quiero eso!
Y seguía pidiendo, mientras tiraba una de las mangas de la túnica de Dios.
Eva sonrió al ver esa escena y le dijo a Dios que si Adán deseaba tanto eso, debería dárselo a él.
Así que Dios le dio a Adán la cosa que le permitiría hacer pipí de pie, y que lo tenía tan emocionado.
Apenas lo recibió, Adán fue corriendo a probarlo sobre un árbol,y después escribió su Nombre en la arena, mientras reía a carcajadas, encantado de lo que podía hacer con su regalo.
Dios y Eva lo estuvieron mirando un rato, y entonces Dios le dijo a Eva,
-Bien, aquí tienes la otra cosa que tengo para repartir, y que creo que te pertenece.
-¿Y cómo se llama??, preguntó Eva.